1/8/13

  EL SIGNIFICADO DE LOS SACRAMENTOS DURANTE EL VIRREINATO.


En primer lugar, una serie de dificultades generales incidieron, individual o conjuntamente, sobre el proceso de cristianización en América y, como meollo de éste, sobre la administración sacramental. Las peculiares características de la naturaleza (distancias enormes, ríos caudalosos, caminos ásperos, comunicaciones insuficientes) entorpecieron la labor de los evangelizadores, cuya tarea se vio puesta en jaque por otras dos situaciones difíciles de superar:
-  la diseminación aborigen y la mala distribución de los operarios, concentrados básicamente en las áreas centrales. A ello se sumó la conducta poco ortodoxa de laicos y eclesiásticos. Pese a las severas sanciones impuestas por la legislación canónica, no faltaron clérigos comerciantes, hacendados, jugadores, amancebados, solicitantes y otros poco responsables de su tarea apostólica, que no titubearon en cobrar estipendios o en exigir contribuciones para administrar tal o cual sacramento, lo cual desembocó en que el indio prefiriera evitarse el desembolso, o que malinterpretara lo sagrado entendiéndolo como algo posible de ser vendido por el sacerdote en provecho propio.


En cuanto a los laicos, encomenderos y corregidores movidos por intereses personales, lesionaron con frecuencia la recepción sacramental: no faltaron ejemplos de quienes, para parecer moralmente irreprensibles, dejaron de bautizar a los hijos de sus indias concubinas; por no pagar la contribución establecida, no dieron entierro en sagrado a indígenas moribundos a su cargo; y, por no perder el servicio de las mujeres de su encomienda, impidieron sus matrimonios con los indígenas de otro repartimiento y las forzaron a contraer con los del propio.

Por otra parte, hubieron  malas interpretaciones de parte de  los naturales sobre los fundamentos de los sacramentos , esto  influyó negativamente sobre la correcta inteligencia de cada sacramento en particular. Veamos algunos ejemplos.

BAUTISMO


En el caso del bautismo, puerta de entrada a los demás sacramentos , los eclesiásticos que tomaron contacto con las áreas centrales  del virreinato no sopesaron la posibilidad de que, dentro de la angustia vivida por los indígenas por la  conquista, la correcta intención con la que el indio se acercaba al sacramento no era como se veía . El temor al amo español y a su Dios poderoso --que parecía haber triunfado sobre los dioses locales--, la necesidad de congraciarse con ambos, la tentación de llevar como los blancos un nombre cristiano o de tener por padrino a algún español de alcurnia, seguramente  empujó a más de uno a pedir el bautismo sin una firme convicción interior y sin comprender con claridad las obligaciones que como cristiano asumía desde entonces. Al respecto, es diferente  el caso de las indias bautizadas en vista de que el  español no podía  cohabitar con infieles, práctica que los eclesiásticos consideraban circunstancia agravante. En 1535, el obispo de Cartagena de Indias se quejaba de que muchos de sus fieles tenían la costumbre de bautizar a las indígenas "para poder echarse con ellas -dice- sin ser enseñadas en las cosas de la fe, y así bautizadas  se han vuelto a sus pueblos", con riesgo de apostasía. Igualmente dudosa resultó la enseñanza impartida a los indios a quienes se bautizaba durante las expediciones de conquista.

Como en el resto de Hispanoamérica, la reacción de la legislación canónica fue inmediata: las sinodales de fray Juan de los Barrios de 1556 fijaron en dos meses el tiempo de preparación para los adultos, mientras que el Catecismo de Zapata de Cárdenas insistió en la necesidad de que, antes de recibir el sacramento, el indio comprendiera cabalmente su sentido.
Respecto de las malas interpretaciones, la más extendida fue la visión mágica del sacramento vinculada a la idea de que el bautismo provocaba la muerte, esto se se originó debido a que  los misioneros  entraban  en las áreas marginales para  bautizar  a recién nacidos y a pequeños y adultos enfermos. Como muchos de los bautizados morían, no tardaron los naturales en considerar que aquella ceremonia extraña que los recién llegados repetían sobre sus congéneres no era más que un auxiliar para sus sortilegios mortíferos. De este modo, el sacramento pasó a ser sinónimo de ceremonia fatal y los misioneros, "asesinos" que buscaban con ansias a grandes y a niños para que nadie escapara con vida.


MATRIMONIO


El matrimonio fue, junto con el bautismo, el sacramento más administrado en Indias. Considerados los naturales ineptos para el sacerdocio y siendo la carnalidad uno de sus vicios dominantes a los ojos de los evangelizadores es que  ellos mismos se abocaron a la tarea de estimular a los aborígenes a contraer matrimonio apenas llegados a la edad legítima. Las dificultades se originaron, fundamentalmente, en el arraigo de la poligamia en la gran mayoría de los pueblos indígenas que estaba muy   relacionada con las clases superiores en el antiguo imperio , y que  respondía a motivos de orden moral vinculados a ciertos tabúes que impedían la cohabitación durante el largo período de gestación y lactancia; de orden sociopolítico, pues era considerada signo de poder; y de orden económico, en tanto la pluralidad de mujeres constituía la riqueza de un marido, cuyas esposas se encargaban de alimentarlo, vestirlo, realizar trabajos productivos y darle una abundante prole, seguro para su vejez.
Malinterpretando el compromiso monogámico e indisoluble que importaba el sacramento cristiano, los indios intentaron defender, por distintas vías, su entrañable costumbre vinculada con la pluralidad de mujeres, sea que inventaran haber contraído  matrimonio con  mujeres no  bautizados o  haberse casado de manera diferente a la  cristiana o mudándose el nombre y cambiando de vecindad, pasaran a segundas nupcias cayendo en el delito de bigamia.

CONFESION


Pese a que la legislación canónica obligaba a los curas a aprender las lenguas generales e, incluso, las particulares de cada grupo, el desconocimiento lingüístico fue para los españoles sacerdotes, una de las dificultades que tocó más de cerca al sacramento de la confesión. Aunque este problema no importó  en este caso a los naturales, el problema atentó seriamente contra la integridad del sacramento. Las malas interpretaciones derivaron, básicamente, de dos cuestiones:  Por una parte, de un generalizado concepto material de "pecado", al que los indígenas  entendían no como una mancha que aquejaba al alma, sino como una forma de intoxicación que invadía al cuerpo a causa de la violación de alguna  regla y que les acarreaba, por tanto, un castigo (enfermedad, muerte, pestes, sequías, hambre, etc.). Esta noción del sacramento cristiano influyó mucho en los resultados obtenidos por el grupo evangelizador. Por otra parte, la dificultad demostrada por los indígenas para comprender los postulados dogmáticos sobre los cuales se apoyaba la confesión, sobre todo, la disposición interior requerida para que el pecado les fuese perdonado (examen de conciencia, contrición, propósito de enmienda, cumplimiento de la penitencia impuesta) era una tarea muy complicada de explicar. La falta de examen de conciencia, por ejemplo, solía imposibilitarles una enumeración cuidadosa de las faltas, y el ocultamiento de pecados por vergüenza --en general carnales--, por un temor erróneo al castigo corporal por lo confesado, o por malicia --vinculados, sobre todo, al mantenimiento de idolatrías-- invalidaba el sacramento sin que pudiera  se pudiera evitar  la posibilidad de  comulgar  sacrílegamente.



COMUNION


Como en el resto de Hispanoamérica, la incorporación de los indios al sacramento de la comunión no fue  sencillo. Al principio se les negó tal sacramento porque pensaban que los indígenas eran incapaces de tal comprensión de la transformación de Cristo . Sin embargo en  1606 se suavizó la prohibición al permitir administrarlo con gran cautela. El concilio santafereño de 1625 ,ordenó a los párrocos los instruyeran en la doctrina necesaria y excitaran su deseo de comulgar. En la práctica, sin embargo, se mantuvo la opinión generalizada sobre que la persistencia de vicios tan comunes como la carnalidad o la embriaguez los hacía incapaces de recibir el sacramento, y los párrocos continuaron negándoselo para evitarse el trabajo de prepararlos debidamente. El problema llegó al extremo de impulsar al arzobispo fray Cristóbal de Torres a convocar en 1636 una junta de hombres doctos para estudiar la manera de fomentarla: fruto de ello, según J. M. Pacheco, fue un decreto donde el prelado enjuició el abuso de apartar a los indios de la comunión y dio a conocer su decisión de enviar predicadores a las doctrinas para que se encargasen de instruirlos suficientemente. En suma, el acceso a la Eucaristía, sobre todo fuera del tiempo pascual, fue sumamente lento, y probablemente no se haya logrado a lo largo del período.

Este problema de  la  comprensión del misterio de la transustanciación: hizo que muchos naturales se inclinaran a creer que, en el momento en que el sacerdote elevaba la Hostia, Cristo en persona descendía del cielo para introducirse en ella. No de otra forma se explica la preocupación de cierto cacique del Orinoco quejoso de que su miopía le impedía ver el momento en que el Hijo de Dios bajaba desde lo alto.

Hubo también interpretaciones de tipo mágico: algunos hechiceros del Orinoco, por ejemplo, sentenciaron que tanto la muerte, como la enfermedad ,se debían a la asistencia del pueblo a la misa e instaron a ultimar al cura "para matar la enfermedad". En el polo opuesto, indios de las misiones del Marañón suponían que la misa era un medio eficaz para preservarse de desgracias y "tenían por mal agüero el dejarla".

EXTREMAUNCION


No siendo la extremaunción un sacramento necesario para la salvación, su administración no se generalizó entre los naturales: sorprende que, a fines del siglo XVIII, los cánones conciliares sigan exhortando a los párrocos a llevarlo a quienes vivan en lugares alejados sin poner excusas tan absurdas  como el no tener mulas que los transporten. Dado que, tras su administración, era frecuente el deceso del enfermo, no es extraño que, dentro de una visión mágica similar la señalada para el bautismo, los indígenas concibieran a la unción como vehículo de muerte. El resultado no se hizo esperar: muchos escondían a sus parientes moribundos en la espesura de los bosques y, si el misionero preguntaba por ellos, los declaraban por muertos y enterrados. Como en el caso del primer sacramento, no podían los evangelizadores hacer otra cosa más que esperar la cura milagrosa que convenciese al grupo de lo contrario.


CONFIRMACION


Poco se conoce tanto sobre las dificultades como sobre las malas interpretaciones relativas al sacramento de la confirmación, su administración recayó únicamente, al menos hasta mediados del siglo XVIII, sobre  el obispo. El  problema más corriente parece haber sido la de reiterar el sacramento desconociendo su carácter indeleble, probablemente por la satisfacción de los indígenas de contar con el patrocinio de más de un padrino o madrina. Fuera de ello, entre algunos grupos no faltó la visión mágica que convirtió al crisma en responsable de dolores de cabeza, pestes y muerte.

CONCLUSIONES


Dado el panorama apenas esbozado, de más está subrayar que no es posible llegar a una conclusión generalizadora. Sin descartar los casos en que los indígenas llegaron a una aceptación íntima y consciente de las obligaciones del cristiano, ni a aquellos otros en que se mantuvieron en la idolatría lisa y llana --ya por rechazo, ya por habitar zonas a donde no llegó la penetración misionera--; debemos analizar entre ambos extremos, una amplia franja de matices variados de la práctica del cristianismo . Dentro de ella, la coexistencia entre lo pagano y lo cristiano generó  expresiones sincréticas; y, por otro, visiones de tipo mágico en las que los sacramentos, fuente de gracia, se convirtieron en vehículo de salud, enfermedad o muerte.

De todos modos, en los innegables límites del éxito obtenido por la evangelización durante la Colonia es donde debe buscarse el origen de las fallas de las que adolece el catolicismo novomundano actual en el Nuevo Mundo, si es que se pretende avanzar hacia una nueva evangelización basada en una práctica sacramental más consciente.




EL TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO:
 

El Tribunal del Santo Oficio fue el encargado de vigilar el estricto cumplimiento de la fe católica en los virreinatos americanos, así como también en los reinos españoles europeos. La Inquisición fue enviada a vigilar el correcto establecimiento de la fe y que ella no se vea empañada por cultos paganos o por herejes provenientes de algún país europeo (luteranos, hugonotes, judíos, moros, etc.). Desde su establecimiento, la Inquisición actuó como un tribunal con amplias facultades para el castigo a herejes o protestantes. En su lucha por conservar la religión católica actuaron con energía frente a la lectura de libros prohibidos, la práctica de la brujería, quiromancia, judaísmo o islamismo, etc. El orden político en las colonias también fue tema de gran importancia para el Tribunal del Santo Oficio. Los autos de fe fueron juicios del Tribunal a personas que realizaban prácticas no cristianas. Tenían un contenido simbólico enorme pues todos los elementos y características del juicio trataban de demostrar el triunfo de la fe católica sobre las prácticas herejes. En los 250 años que estuvo presente la Inquisición en el virreinato peruano practicó 40 autos de fe. El tribunal del Santo Oficio terminó sus días en 1820, cuando el régimen liberal español clausuró definitivamente sus actividades en todas sus posesiones y reinos.

LA INQUISICIÓN EN LIMA


En el Perú, la Inquisición fue creada por el Rey Felipe II en 1569 y no era sino una filial provincial del Consejo de la Suprema y General Inquisición española. La Inquisición de Lima entró en funciones en 1570, siendo Virrey del Perú Francisco de Toledo. Los primeros inquisidores fueron el licenciado Serván de Cerezuela y el doctor Andrés de Bustamante; pero este último, falleció cuando se hallaba en pleno viaje desde la metrópoli hacia Lima, quedando Cerezuela a cargo del distrito limeño. El Tribunal comenzó sus acciones en un local alquilado que se ubicaba al frente de la Iglesia de la Merced, en el actual jirón de la Unión; pero, como este era muy céntrico y resultaba poco propicio para su funcionamiento, en 1584 se trasladó a la casa de Nicolás de Rivera el mozo, donde funcionó hasta que fue abolida .


Una revisión de las cifras dadas por Escandell nos indica que en sus inicios el Tribunal se dedicaba al control de la población blanca. En ella se incluye tanto a los denominados "cristianos viejos" como a algunos descendientes de conversos, principalmente los de ascendencia judía que, evadiendo expresas prohibiciones reales, llegaban a las colonias hispanoamericanas. Hay que reiterar que la gran mayoría de la población estaba constituida por indígenas, los cuales quedaron fuera de la esfera de acción del Tribunal conforme a lo dispuesto por los reyes de España. También resulta llamativo el alto porcentaje de procesados extranjeros, el cual supera su correspondiente participación demográfica. Esta ha sido calculada para el período 1532-1560 entre un 8% y 12%. Ello se explica por razones de Estado que hacían indispensable controlar a posibles espías de las potencias enemigas de España.

El tribunal limeño se dedicaba a ver asuntos relativos a la moral pública o social. Lo que preocupaba al Santo Oficio era mantener vigente la escala de valores aceptados por la población; es decir, los principios cristianos tales como el respeto a Dios, a la Iglesia, a la Virgen María, al sacramento del matrimonio, al estado sacerdotal y el consiguiente voto de castidad; a los principios morales, etc. Cabe agregar que las herejías propiamente dichas sólo representan el 13.27% del total de los procesos , lo que demuestra la eficacia de los controles establecidos para evitar la propagación de las sectas protestantes y la infiltración de los falsos conversos en Indias.


TIPOLOGIA DE LOS PROCESOS % ( delitos entre 1571 - 1600 )


Delitos contra la fe (luteranos, judaizantes, moriscos, etc) ..................................13.27

Expresiones malsonantes (blasfemos, renegados, etc.)  ......................................30.18

Delitos sexuales (bígamos, solicitantes, etc.) ......................................................28.00

Contra el Santo Oficio ........................................................................................4.63

Prácticas supersticiosas (invocaciones al demonio, hechicería, quiromancia, etc) . 7.65

Otros delitos (no específicos) ...........................................................................16.27

Las mayores sanciones que aplicó el Tribunal durante sus años iniciales recayeron generalmente en protestantes extranjeros hacia los cuales existía no sólo animadversión religiosa sino sobre todo política. El primer condenado al quemadero fue el francés Mateo Salado en el auto de fe del 15 de noviembre de 1573. Otros condenados a igual pena, por el mismo motivo, fueron los flamencos Juan Bernal y Miguel del Pilar. Muchos de los procesados como luteranos en realidad eran piratas. Cabe recordar que, por aquel entonces, Inglaterra los utilizaba en su lucha contra España para destruir su poderío económico y militar, establecer puntos de penetración en el Nuevo Mundo y asegurar su control sobre los mares. A la Inquisición fueron llevados algunos como Juan Drake (sobrino del famoso Francisco Drake), Juan Butler, Juan Exnem, Thomas Xeroel, Richard Ferruel, etc. Ellos fueron acusados de luteranismo así como de realizar proselitismo a favor de las sectas protestantes. La mayoría de ellos terminó reconciliada mientras que tres acabaron sus días en la hoguera: Walter Tiller, Eduardo Tiller y Enrique Oxley (05-04-1592)

Entre los casos de alumbrados destaca, sobre manera, el seguido a fray Francisco de la Cruz, el cual es considerado como uno de los más importantes de la historia del Tribunal limeño. De la Cruz había estudiado Teología en Toro y Valladolid, llegando a ser catedrático de la materia; además, se desempeñó como rector de la Universidad de San Marcos. Gozaba de la confianza del arzobispo de Lima quien lo había propuesto como coadjutor. Su doctrina, tal como la entendieron los inquisidores, no sólo era contraria a los dogmas católicos sino abiertamente subversiva: enfrentaba directamente al Rey Felipe II proponiendo, inclusive, el nombramiento de otro monarca para el virreinato e instigando a la población a alzarse contra el dominio de la metrópoli.

Juan Fernández de las Heras fue quemado vivo (17-12-1595) por mantenerse pertinaz en sus proposiciones contrarias al dogma católico, entre otras, su rechazo al Sacramento de la Penitencia y al culto a las imágenes. Fernández sostenía que él era una de las personas de la Santísima Trinidad, decía tener visiones divinas, etc.

Las supersticiones y prácticas mágicas de los españoles se multiplicaron en contacto con el mundo americano alimentadas por las de los aborígenes. Generalmente, se trató de procesos a mujeres que acudían a la brujería para asuntos sentimentales, ganarse voluntades o encontrar el remedio a alguna de las numerosas enfermedades. Entre estos cabe mencionar los efectuados a Francisca e Inés Villalobos, mujeres españolas pertenecientes a los grupos sociales más altos de Huamanga, que empleaban a varias indígenas para sus actividades.

En el período 1621-1700 aumentó la represión contra los judíos los que, comparativamente, recibían las penas más drásticas. De un total de 395 procesados, 137 lo fueron por judaizantes y 6 por luteranos. El punto más álgido fue el proceso seguido a los comerciantes lusitanos que controlaban la mayor parte del comercio de la ciudad.
símbolos judíos , buscados durante la colonia por los inquisidores


La etapa comprendida entre 1622 y 1641 fue la de mayor actividad del Tribunal en este siglo. Se vieron 199 causas. Los procesos a judaizantes fueron los más numerosos e importantes.

Durante el período 1642-1667 el número de causas sentenciadas alcanzó la cifra de 88. Esta vez, los casos de judíos apenas llegaron a 10 correspondientes a la culminación de las investigaciones de la etapa anterior.

El Tribunal estuvo totalmente paralizado entre los años 1725 y 1730 después de lo cual fue reactivado.

La mayor parte de las causas del período 1700-1750 correspondieron más a delitos contra la moral -sortilegios, bigamia, etc.- que a las herejías propiamente dichas.


En la segunda mitad del siglo XVIII se acentuó notoriamente la decadencia de la Inquisición, tanto en la metrópoli como en las colonias. En estas últimas, su declive tuvo como ingrediente adicional el surgimiento de movimientos separatistas.

Desde mediados del siglo XVIII hasta la abolición del Tribunal (1750-1820) hubo un total de 51 causas.

La Inquisición fue abolida por decreto de las Cortes de Cádiz, el 22 de febrero de 1813. Abascal, el 30 de julio de ese año ordenó la publicación en Lima del decreto de abolición. Días después, al permitirse a un grupo de personas que ingresasen al local , se produjo el lamentable saqueo de las instalaciones con la consiguiente pérdida de valiosa documentación sobre el accionar inquisitorial. En 1814, cuando el Rey Fernando VII fue restablecido en el trono, se dispuso que volviese a funcionar el Santo Oficio pero su existencia ya fue más nominal que real. Para el Perú fue abolido definitivamente en 1820 a raíz del proceso emancipador con el cual se suprimió todo tipo de dependencia política de España.

CONDENADOS A MUERTE POR EL TRIBUNAL DE LA INQUISICIÓN DE LIMA


(1569-1820)


Nombres                    Origen Motivo          Fecha


01) Salado, Mateo              Francés Luterano                15-11-1573
   
02) De la Cruz, Francisco   Español Alumbrado         13-04-1578

03) Bernal, Juan                  Flamenco Luterano       29-10-1581

04) Del Pilar, Miguel            Flamenco Luterano       30-11-1587

05) Tiller, Walter                 Inglés Luterano         05-04-1592

06) Tiller, Eduardo              Inglés Luterano 05-04-1592

07) Oxley, Enrique              Inglés Luterano 05-04-1592

08) Nuñez, Jorge                Portugués Judaizante 17-12-1595

09) Rodríguez, Francisco   Español Judaizante 17-12-1595

10) De Contreras, Pedro   Español Judaizante 17-12-1595

11) Fernández, Juan          Español Proposic. 17-12-1595

12) De Lucena, Baltasar   Portugués Judaizante 10-12-1600

13) Nuñez de Cea, Duarte        Portugués Judaizante 10-12-1600

14) Enríquez, Duarte                  Portugués Judaizante 13-03-1605

15) López de Vargas, Diego      Portugués Judaizante 13-03-1605

16) Díaz Tavares, Gregorio       Portugués Judaizante 13-03-1605

17) Bautista del Castillo, Juan    Limeño Proposic.. 01-06-1608

18) Acuña de Noroña, Juan      Portugués Judaizante 21-12-1625

19) Tavares, Manuel                Portugués Judaizante 21-12-1625

20) De Vega, Antonio             Portugués Judaizante 23-01-1639

21) De Espinosa, Antonio         Español Judaizante 23-01-1639

22) López de Fonseca, Diego   Español Judaizante 23-01-1639

23) Maldonado da Silva, Francisco      Tucumano Judaizante 23-01-1639

24) Rodríguez da Silva, Juan                Portugués Judaizante 23-01-1639

25) De Azevedo, Juan                         Español Judaizante 23-01-1639

26) De Lima, Luis                               Español Judaizante 23-01-1639

27) Bautista Pérez, Manuel                  Portugués Judaizante 23-01-1639

28) Váez Pereira, Rodrigo                   Portugués Judaizante 23-01-1639

29) Duarte, Sebastián                          Portugués Judaizante 23-01-1639

30) Cuaresma, Tomé                          Portugués Judaizante 23-01-1639

31) Henríquez, Manuel                        Portugués Judaizante 23-01-1664

32) De Castro, María Francisca Ana   Española Judaizante 23-12-1736

EL PRIMER CASO :  MATEO SALADO

El 15 de noviembre se recuerda un hecho trascendental para la comunidad evangélica, pues, por mandato del Tribunal de la Santa Inquisición de Lima, fue arrojado a la hoguera, por ser protestante, el ciudadano Mateo Salado. En efecto, el 15 de noviembre de 1573, es decir hace 438 años, fue ejecutado el primer protestante en nuestro país, a quien la historia sólo recuerda por la huaca que lleva su nombre en un distrito limeño.
Mateo Salado, ciudadano francés que, habiéndose embarcado en Sevilla, llegó al Perú para buscar nuevos horizontes en estos reinos. Por supuesto, en su carta de embarcación declaraba ser católico, apostólico y romano, sin imaginar, nadie, que venía influenciado por las ideas protestantes que se tejían en Europa.
Tomás Gutiérrez, historiador bautista, señala que Mateo Salado fue conducido a las cárceles de la Inquisición en 1570,por encontrarse realizando excavaciones en un cementerio de indios en un lugar conocido como la Magdalena. Por estos lugares Salado andaba, con apariencia andrajosa, manifestando a la gente los errores de la iglesia católica. Su influencia luterana se debía al contacto que tuvo con algunos luteranos en Sevilla, de quienes recibió un ejemplar del Nuevo Testamento en idioma francés.
El proceso de fe de Mateo Salado ha sido trascrito gracias al historiador chileno José Toribio Medina, quien, en su libro Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Lima, registra parte del proceso. Otra parte del proceso está registrada en el Archivo Histórico Nacional en Madrid, España. En dicha trascripción podemos notar la fe protestante, más que luterana, de Salado, quien tenía una forma peculiar de interpretar la Biblia.
Para el historiador Tomás Gutiérrez, tres apreciaciones o posturas aparecen respecto a Mateo Salado:

1) Para el Museo de la Inquisición, donde se registra su muerte, es catalogado como loco;

2) Para los teólogos católicos del siglo XVI es un hereje pertinaz;

3) Para la iglesia evangélica Mateo Salado es uno de los primeros mártires de la fe protestante.

PROCEDER DE LA INQUISICIÓN


La finalidad buscada era la conversión de los herejes y su reintegración a la Iglesia. Por lo mismo, los métodos preferidos eran los que manifestaban mayor misericordia, mientras que el recurso a la fuerza era considerada como una medida extrema, que atendía más que nada al bien común de los demás miembros de la sociedad.

Había todo un procedimiento dividido en etapas, de acuerdo al cual se llevaba a cabo la labor de los inquisidores. Una vez llegados al pueblo donde se sospechaba de la existencia de herejes, se proclamaba el tiempo de gracia, que variaba de 15 a 30 días. En este tiempo, todo hereje podía confesar sus errores, siendo a cambio tratado benignamente y recibiendo penas menores. Se proclamaba el edicto de fe y, bajo pena de excomunión, se exigía de todos que delatasen a los herejes o sospechosos de herejía. Terminado el mes de gracia, se procedía a la persecución y se citaba de manera enérgica a los sujetos acusados, que, en caso de no acudir, eran declarados contumaces, con pena de excomunión provisional (definitiva pasado un año).

Luego seguía el interrogatorio, donde se procedía a examinar a los acusados para verificar si procedía o no la acusación hecha. Esto generalmente se hacía ante dos religiosos y un notario, que ponía por escrito los descargos del acusado. En caso de que el acusado se negase obstinadamente a confesar su culpa, habiendo indicios bastante probables de que hubiese incurrido en herejía, se procedía a la tortura. El notario debía estar preparado para escribir la confesión que el acusado hiciera en este caso.

Luego venía la sentencia, en la que varias personas, entre religiosos y laicos de probada honradez, examinaban los datos que se tenían sobre el incriminado y emitían su opinión sobre si había culpabilidad o no. En caso de haber sido arrancada la confesión por medio de la tortura, también se examinaba su veracidad, es decir, si había sido hecha solamente por miedo a los castigos corporales o si se podía considerar auténtica. En sesión pública, generalmente en domingo para que pudiese asistir la población, se proclamaba la sentencia.

El último paso era la ejecución de la sentencia, que era llevada a cabo por la autoridad civil («el brazo secular»). En caso de que se aplicara la pena de muerte, ésta no debía conllevar derramamiento de sangre; por lo tanto, la hoguera era el medio preferido. Otras penas para el delito de herejía que se aplicaban con mucha mayor frecuencia que la pena de muerte, que era considerada una medida extrema y excepcional, eran: remar en las galeras, el destierro, la confiscación de bienes, la cárcel. Otras sentencias menos duras eran las peregrinaciones, los azotes, los signos de infamia (vestidos humillantes de color amarillo, vela verde, soga a la garganta, coroza blanca).


En cuanto a los autos de fe, se llevaron a cabo cuatro: 
- El primero el 13 de marzo de 1605;
- El segundo el 10 de julio de 1608 en el cementerio de la catedral; 
- El tercero el 17 de junio de 1612 en la capilla de la Inquisición;
- El cuarto el 17 de noviembre de 1614. 
De 1600 a 1605 fueron sentenciadas 135 causas y se celebraron dos autos de fe públicos: en el de 1600 fueron 35 los sentenciados y en el de 1605, 40. A partir del breve dado por el Papa Clemente VIII amnistiando a los judaizantes el Tribunal disminuyó sus acciones. En el período que abarca de 1606 a 1621 se sentenciaron 120 causas; se realizó un auto de fe público, donde salieron 18 reos y, asimismo, un autillo en el que se dieron a conocer 9 procesos.